martes, 2 de noviembre de 2010


Agricultura Urbana

Los urbanos reinventando la agricultura: los urbano-cultivadores o urbano-sinos


Algunos de los rebuscadores de la vida se toman los techos, las terrazas, los espacios comunes y públicos en la búsqueda de los nuevos alimentos. De manera colectiva o comunitaria, o simplemente bajo cualquier forma de expresión de los nuevos individualismos (en galladas o comunas o en grupos  fugases de encuentros efímeros), los urbanos reinventan la naturaleza y cambian los roles de los ecosistemas, introduciendo nuevos nichos y hábitats culturales.   


Los viejos campos se quedan solos, invadidos por el mono-capital de las agroindustrias altamente tecnificadas, por las reservas naturales, por el ecoturismo elitista, por los pequeños campesinos que siguen llevando a perdida los vegetales frescos para que sean congelados en la ciudad por los urbanos. Y, como fenómeno colateral, los techos y terrazas de las casas e edificios de las ciudades de algunos países del mundo desarrollado  se reverdecen de naturaleza controlada y simétrica. Y en sus lotes urbanos –públicos y comunes- crecen los urbano-cultivos asociados como una de las expresiones de la nueva naturaleza-cultural del hombre citadino. Vuelven las gallinas ponedoras enjauladas al lado de los televisores de plasma o como ornamentos de los  jardines. Cajas de lombricultivos y de compostaje invaden sutilmente los espacios de las viviendas de algunos sectores sociales de las urbes modernas...y del tercer mundo. Por esta vía se cuelan, al nuevo concepto de “la vida sana”, los residuos transformados de los  cultivos modificados genéticamente. Pero también se cuelan otras muchas cosas, ideológicas y técnicas.


Todas las agriculturas son expresiones culturales y la alimentación es su aspecto primordial. Breve, las agriculturas son humanas, son actos humanos de intervención sobre lo natural.  Son maneras de apropiar culturalmente los procesos biológicos y ecológicos en procura de los alimentos. El ser humano moldea lo natural, dándole sus formas humanas, las que sean. La urbano-ruralidad de la agricultura citadina, de la clorofila en cemento, de la fotosíntesis en los bosques de concreto,  es una de las nuevas expresiones de la urbanización de las grandes ciudades en los países del primer mundo.

He tenido la oportunidad de acompañar algunas experiencias de jardines colectivos para la producción de legumbres y verduras en la ciudad de Quebec, Canadá, y ha sido una experiencia nueva que me ha permitido retomar las reflexiones sobre la relación hombre-tierra, sobre la agricultura tradicional campesina, el huerto familiar y su persistencia en el ámbito urbano.  Esta experiencia ha sido una aproximación crítica y desde otra mirada cultural al tema y este espacio es para compartir mis reflexiones, mis ideas, mis complicidades temáticas, mis lecturas, mis traducciones de las utopías compartidas,  mis garabatos en búsqueda de sentido, fotos y mis notas surgidas en este ejercicio de enfrentarnos a lo otro, a los nuevos referentes de la existencia. 

Y viene la primera aproximación: En los escenarios de la llamada agricultura urbana del "primer mundo", hay algo más que una necesidad de producción de alimentos. Aquí hay procesos subyacentes “que no se comen pero alimentan”, parafraseando al Nobel del Coronel. En el lenguaje en proceso de codificación de la agricultura urbana  subyacen otras necesidades, otros discursos  en busca de contenido:

→ La gente tiene necesidad de reencuentros, de la búsqueda con el otro,  para trascender la solitud urbana. El jardín colectivo o comunitario en el espacio público, es uno de los nuevos hobbies de la llamada socialización de los individuos solitarios. 

→ Hay una necesidad atávica de contacto con la tierra, de retornar de manera reiterativa a ella. De la tierra de verdad  y no de los nuevos sustratos que inundan los mercados del sector jardines y hortalizas. Es como un complejo de “Pachamama de los urbanos”, nacidos y criados en las urbes. ¡De tierra somos y en tierra nos convertiremos, mientras tanto toquémosla! ¡El barrito jala, compañeros!

→ La gente del primer mundo,  de los países templados, tiene necesidad de sol y muy poco tiempo para buscarlo en otros espacios, después de meses de nieve. Poner la espalda al sol en el ejercicio de la  jardinería hortícola urbana es un bello pretexto para cultivar la energía solar en las plantas y en nuestro cuerpo. 

→ Se podría también decir, que los urbano-cultivadores es otra expresión contestataria a la globalización y las imposiciones de los mercados de alimentos de las mono-agroindustrias. Es una manera de recuperar los saberes-hacer tradicionales, de recuperar las variedades  antiguas que han perecido en las manos de la agroindustria de semillas y devueltas e impuestas en los mercados en forma de OMG. 

→ Y, para finalizar, agregaría que la agricultura urbana constituye poco a poco un nuevo estilo de vida dentro del llamado ambientalismo. De esta manera se erige como un segmento de mercado de lo podríamos llamar la tecnología de la producción biológica urbana.